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360º
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    Cerdo Ref. 30 propiedad de:

    Montesano



    Apariciones en los medios


    Tienda Iberian Pork Parade





    LA OBRA {Las bellotas, embajadoras extremeñas}

    «Esto no es un hobby; esto es un trabajo, que es lo que falta por creer en España»

    Carmen Goga llega a la entrevista con un dispositivo móvil y dispuesta a grabarse a sí misma durante la conversación. De esta forma, y a falta de que llegue la inauguración de la Iberian Pork Parade, tendrá guardado en vídeo todo el proceso de trabajo sobre el cerdo que ha realizado desde que llegó a su taller la escultura de Luis Martínez Giraldo hasta que la ha entregado para ser expuesta dentro de la muestra itinerante. «Aunque yo esté en un tallercito de Ribera del Fresno, difundo todo lo que hago y el proceso de cómo lo hago, para que se vea que para llegar a esto hay un proceso muy largo. Esto no es un hobby; esto es un trabajo, que es lo que falta por creer en España», dice en tono reivindicativo la escultora.

    Ella ha decidido, en un guiño a la firma que patrocina su cerdo –Montesano–, llamar a su obra ‘Bellotera Viajera’. «La empresa está en Jerez de los Caballeros. Es artesanal y familiar y su origen está en Canarias. Al querer hacer un jamón de pata negra, que tiene que comer bellota, se trasladaron a Jerez y pusieron su sede allí», explica, añadiendo que «Montesano es la primera empresa nacional que exporta a nivel internacional jamón ibérico hace 15 años».

    Por eso, en uno de los costados del cerdo está reflejado el Teide, la silueta de Jerez de los Caballeros, el logotipo de la empresa y la dehesa y, por el otro, un mapa del mundo. «Hay países que tienen una bellota, hecha con pan de oro, que es a los que exporta Montesano», expone Goga, que entiende que «Extremadura todavía no se conoce como debería conocerse. Una forma buena es a través de un animal nuestro, que se cría como en ningún sitio en nuestra dehesa, con nuestro clima y nuestra bellota, es como una marca Extremadura».

    La artista ha utilizado acrílicos, pintura al agua y algo de pastel. «También un poco de esmalte, pero muy poco. Me siento más cómoda con el agua», afirma.

    Se enteró de la Iberian Pork Parade por una amiga y al buscar información sobre la exposición recibió la llamada de José Manuel Gamero, coordinador artístico de la muestra. «Me contó la historia y firmé sin pensármelo. En cualquier iniciativa de estas, y más en Extremadura, hay que sumar», apostilla, señalando como aspectos positivos de esta muestra, «acercar el arte plástico a la calle, difundir como marca Extremadura a nivel internacional, porque cada uno de nosotros ya trabajamos en redes sociales y difundimos todo lo que hacemos», certifica.

    Ahora ya tiene ganas de que se inaugure la exposición. «Va a ser muy divertido ver las reacciones de la gente. Va a haber una diversidad impresionante, cada uno somos un mundo y no nos han puesto ningún tipo de presión, siempre se agradece tener libertad a la hora de crear», concluye Goga.


    PERFIL

    Diplomada en Restauración de Documentos Gráficos y doctorada en Escultura, Carmen Goga se define como una «escultora muy curiosa». Asegura que se siente más cómoda tallando la piedra, pero «desde que empiezas en este mundo haces de todo, porque de todo aprendes. Para llegar a la escultura hay un proceso creativo en el que aprendes a observar, a hacer fotos, a dibujar…. En el momento en el que ya tienes controlada y estudias lo que es la realidad, ya puedes pasar a algo más tridimensional. Yo creo que todos hacemos un poco de todo».

    En la actualidad, la escultora lleva tres años sin trabajar debido a una delicada situación familiar. «Eso me está aportando otra serie de cosas a nivel intelectual, porque físicamente ya no puedo pasarme el tiempo que me pasaba viajando o en el taller trabajando», apunta Goga, que se ha decidido reducir su trabajo a encargos más escogidos y de pequeño formato.

    En su currículo profesional puede presumir de haber tenido la fortuna de trabajar en Madrid con Juan de Ávalos y con Víctor Ochoa haciendo obra monumental. «Sobre todo, aprendiendo», dice la escultora de Ribera del Fresno, que está convencida de que se puede vivir del arte, «aunque sea algo increíble en un pueblo de 3.500 habitantes», como es el suyo.